Reflexiones desde la literatura histórica
Por Luis Zúñiga*
Cuando pensamos como latinoamericanos es importante detenernos a identificar las similitudes que están presentes en la mayor parte de nuestra América del Sur. Tenemos un proceso histórico bastante parecido, un mestizaje cultural que representa una riqueza invalorable para nuestros pueblos, una geografía y ambiente natural que definen la salud futura de la diversidad biológica de nuestras naciones y la permanencia de la región amazónica como un espacio generador de vida para todo el planeta.
Brasil y Ecuador, por ejemplo ?el uno gigante y el otro pequeño; el uno de la costa Atlántica y el otro de la costa del océano Pacífico?, son dos países sudamericanos que, a pesar de no ser vecinos de frontera, comparten la cuenca amazónica para la convergencia natural y cultural. De esta región han salido muchos personajes históricos y emblemáticos que fueron reconocidos por sus luchas en distintas épocas; entre muchos otros, el gran Cacique indígena Jumandi, en el siglo XVI, en la amazonia ecuatoriana, o el legendario Chico Mendes, en el Brasil del siglo XX.
Este rápido boceto de similitudes dibuja la silueta de los dos países para pensar en las historias regionales sudamericanas y amazónicas, marcadas por los procesos coloniales que el poder monárquico de Portugal y España definió en nuestra América Latina desde el siglo XV. Considero que no es una coincidencia que el año de independencia de Ecuador y Brasil sea el mismo: 1822.
Tal vez fue esta necesidad de reflexionar la historia de nuestras independencias y sus procesos, lo que me llevó a escribir mi novela “Manuela”, que fuera publicada inicialmente en Ecuador en 1991, y luego en Venezuela, Colombia, Perú (tres países de nuestra cuenca amazónica) y también en Cuba.
Esta novela, que pertenece al género histórico ?y que hoy tiene 15 ediciones?, está inspirada en la figura emblemática de la patriota Manuela Sáenz Aizpuru, quien fue la compañera del Libertador Simón Bolívar durante los últimos ocho años de su vida.
Ha transcurrido algo más de una cuarto de siglo de haber sido publicada “Manuela”, y me ha tocado recordar una serie de episodios que viví en el transcurso de mi aventura de escribir esta novela.
¿Cómo vivir y revivir un personaje, considerando la distancia temporal que separa al autor y los hechos históricos del pasado?, fue tal vez la primera dificultad que enfrenté para escribir estas memorias apócrifas de la patriota quiteña. Me preocupaba el criterio de objetividad con el que debía abordar a Manuela, sin olvidar que ella siempre fue un personaje rodeado de mitos y de anécdotas que todavía son objeto de las especulaciones más diversas.
A propósito, alguna vez Nela Martínez (1912-2004) –una notable mujer ecuatoriana, dirigente política y escritora?, en una mesa redonda a la que nos habían invitado para hablar sobre Manuela, me encaró, públicamente, diciéndome que en mi libro yo le había inventado un nuevo amante a la patriota quiteña. No tuve más remedio que decirle que para mí, ésa había sido la única manera de convertirme, imaginariamente, en el protagonista intruso y enamorado del personaje central de mi propia novela.
En realidad, me había yo mismo impuesto el desafío de escribir sobre una mujer a la que debía conocer lo suficiente como para revivirla con su forma de pensar y su carácter; en definitiva, con una estructura psíquica cercana a la que en realidad pudo tener.
Uno de los ambiciosos objetivos ?que desde un inicio me propuse al escribir esta novela? fue reconstruir hipotéticamente algunos rasgos de la interioridad de Manuela, enfatizando en la fortaleza y el encanto de su carácter, y en la extenuante lucha ideológica y política que sostuvo en el transcurso de su vida. Se trataba, además, de un personaje histórico de la primera mitad del siglo diecinueve, no tan lejano como para darme la libertad de reconstruirlo a mi capricho. Tenía que hacerlo lo más cercano a la realidad.
El intento de revivir el discurso de una mujer del pasado, evaluando los atributos tan especiales que la llevaron a trascender en la historia de nuestra antigua Gran Colombia, contribuyó a que el panorama apareciera atravesado de nuevas complejidades. Ella misma reconoce su personalidad en una de sus cartas al general Juan José Flores (el primer presidente del Ecuador en 1830), cuando dice: “tengo un formidable carácter”. O, en otra carta: “Por lo demás, nada tengo yo qué hacer con que me conozcan lo que soy y lo que debo ser”. Estas dos cortas sentencias ya me hablaban mucho sobre su naturaleza y temperamento.
No me limité a interpretar las cartas que formaban parte del epistolario de amor entre Manuela Sáenz y el Libertador Simón Bolívar (y que son las que más se conocen), sino la correspondencia que ella mantuvo con sus amistades y familiares durante su exilio político en Paita, Perú. Esas cartas dirigidas a distintos personajes de la época fueron fundamentales para recrear el estilo de su lenguaje y las maneras con las que ella se expresaba; debía interpretar sus emociones, leer entre líneas e intuir ciertos mecanismos de sus reflexiones. Estas fueron un material importantísimo para desarrollar una novela escrita en primera persona de singular; es decir, tomé su voz para escribir sus memorias personales, donde se encuentran entretejidos los hechos reales vividos por la protagonista y, al mismo tiempo, aquellos elementos ficticios.
En un momento de crisis literaria que me entrampó frente a un personaje como Manuela, tuve yo mismo que darme ánimos, puesto que veía que el esquema diseñado para la realización de la novela no progresaba. Fui una mañana a la hacienda Catahuango, que fue propiedad de su madre y de su tía, y que está situada en las montañas andinas. Tal vez estuve motivado por el propósito inconsciente de encontrar alguna señal de Manuela, aunque sea mínima, que me ayudara a salir del estancamiento en el que yo estaba.
Mientras imaginaba caminar a mi personaje por esos jardines y realizaba una serie de anotaciones, sentado al pie de un enorme y centenario árbol de la casa de la solitaria hacienda, sucedió algo imprevisto. Había transcurrido una media hora, cuando un prolongado ventarrón comenzó a mover con fuerza inusitada las copas de los árboles y a levantar las hojas secas del suelo, en un mes que no correspondía a un viento de tales características. Lo extraño de la anécdota fue que experimenté una emoción poco explicable en términos racionales. Enseguida asocié este fenómeno con la presencia de Manuela, que para mí, en ese momento, aún rondaba por los campos de su hacienda. Sentí de repente un poco de escalofrío y luego me levanté para recoger del suelo algunas páginas que había llevado en mi carpeta de trabajo. Caminé hacia la vieja casa de la hacienda que estaba en una situación de abandono.
Según me había enterado con anterioridad, durante la investigación, aquella casa había sido utilizada por la servidumbre de la hacienda en la segunda mitad de 1.800. Ingresé a una de las habitaciones, en cuya destartalada puerta estaban, ya borrosos, algunos trazos de antiguas cuentas de cosechas. En una vetusta pared lateral había una pequeña ventana con puertas de madera, desde la cual podía contemplar una parte del paisaje de Amaguaña Alta, un pueblito situado en las altas montañas andinas, al sur de Quito, la capital del Ecuador. Allí escribí unos versos a Manuela, impulsado tal vez por su cálida e invisible exigencia. Desde ese momento sentí un compromiso personal con ella para llevar hasta el final el proyecto literario de su novela, que fue publicada finalmente en 1991.
La literatura y la ecología podrían ser vínculos fuertes entre Ecuador y Brasil para conocernos más e integrarnos mejor. Como brasileños y ecuatorianos ?unos mirando al océano Atlántico y otros al Pacífico, pero juntos mirando a la región amazónica?, sabemos que la historia y la cultura son fundamentos para construir nuestras identidades compartidas, sobre las cuales se edifican nuestras razones latinoamericanas como pueblos. La visión e historia que tenemos de la región amazónica es similar, al igual que nuestras responsabilidades ambientales y ecológicas para protegerla. Es nuestro legado histórico. De las montañas de los Andes nacen muchos ríos que van al gran Amazonas. Ambos pueblos podemos afirmar que somos hijos amazónicos y andinos.
EL AUTOR
(*) Luis Zúñiga (Quito, 1955) es novelista y poeta. En narrativa, es autor de cinco novelas: Manuela, Premio Nacional de novela Joaquín Gallegos Lara (1991), tiene quince ediciones nacionales e internacionales (Ecuador, Colombia, Cuba, Perú y Venezuela). Rayo (1997), Primera Mención del Jurado de la Bienal de la Novela ecuatoriana; Extasia (2007) Mención del Jurado del Premio Nacional Joaquín Gallegos Lara; Un As de alto vuelo (2010) y Karaoke (2015). Ha publicado tres poemarios: Ruidos intercostales (1982), Del barrio a la ciudad (1985) y Versiones (1996).
Aparte de la literatura, como antropólogo, ha trabajado en derechos económicos, sociales, culturales y ambientales en cinco países de la región andina, y se ha desempeñado en la labor diplomática y cultural. Actualmente es asesor del Ministerio de Educación del Ecuador, en el Plan Nacional de Lectura.
COMENTARIOS SOBRE “MANUELA”
“Memorias en las que el narrador se transforma en personaje, estableciendo un contacto más que intelectual, emotivo, entre la protagonista y los fluctuantes rostros de la realidad “. Carlos de la Torre Reyes, historiador, periodista y escritor ecuatoriano.
“Como los narradores de calibre, Zúñiga optó por la vía más difícil: hablar de los que ya nos han enseñado los libros de textos históricos y, a la vez, introducirse en la mente de una mujer deslumbrante. La pregunta es: ¿Cómo logra atraparnos y hacernos creíble el universo narrado? La respuesta, que no me atrevería a hilvanar aquí sin tropiezos, está en la páginas de Manuela”. Jorge Fornet, director del Premio Casa de la Américas, La Habana, Cuba.
“Parece que esta novela está maravillosamente iluminada desde las necesidades del presente, sobre todo, de la lucha universal de las mujeres de hoy en día”. Anthony Vetrano, profesor en el Departamento de Lenguas y Literatura Extranjeras de Le Moyne College, Syracuse, New York, Estados Unidos.
“Ese personaje hermoso de la historia es hoy novelado sin desmesura, con certeza y precisión, por la pluma de Luis Zúñiga, quien ha logrado algo que, en nuestra literatura, aparecía como esquivo patrimonio: la captación, en sus profundos registros, de la voz del personaje histórico para hacerlo resonar en el tímpano de la hora presente”. Iván Égüez, escritor ecuatoriano.
“Magistralmente, Luis Zúñiga logra abordar a la valiente heroína, en un plano humano que va más allá de la mera narración de hechos históricos y reconocimiento de los personajes que tomaron parte en esta grandiosa epopeya de gloria e infortunio. Muestra al lector la entereza del carácter y la firmeza del genio de Manuelita Sáenz quien, indudablemente, se destaca como una de las más importantes figuras del feminismo hispanoamericano”. Teresita J. Parra, profesora venezolana de literatura hispanoamericana en la Universidad de Wilmington, Estados Unidos.
“Manuela Sáenz, y alrededor suyo, girando vivos, indetenibles, el fresco de la independencias y los principios de la era republicana de nuestro continente, imaginados de nuevo y puestos a andar por una mano sencilla pero, sin duda maestra”. Carlos Carrión, escritor y periodista ecuatoriano.
“Paralelo a la dureza y valentía de esta mujer en las acciones revolucionarias y difíciles decisiones en su vida, Zúñiga logra con transparencia contar del amor de Manuela hacia el Libertador de América y cómo la pasión y el erotismo los envolvía”. Addiley Palancar Guerra, Casa Editora Abril, La Habana, Cuba.
MANUELA (resumen)
Novela histórica de estilo vivo y fecundo, que nos atrapa y cautiva desde sus primeras páginas. “Manuela” es fruto de una investigación exhaustiva de su autor, Luis Zúñiga, quien en sus investigaciones pudo conocer, para revelarnos luego, la intimidad de esta vigorosa mujer, dotada de un espíritu revolucionario, una pasión ardorosa, y un ideal político tan alto como el de su amor: Simón Bolívar.
Víctima de mordaces censuras en su tiempo e ignorada hoy por muchos, Manuela Sáenz –patriota quiteña vinculada al proceso de la independencia sudamericana?, es un personaje que se yergue con toda la fuerza que la caracterizó en vida para, desde el pasado, proponernos una reflexión sobre la función de la mujer en la sociedad, un tema que se inserta en la lucha universal del ser humano por su dignidad e igualdad.